ESPAÑA LO JUZGA, ARGENTINA LO CONDENA.

La imagen de Lionel Messi en el banco de suplentes, después de la derrota con Chile, retrata el difícil momento que vivió el mejor jugador del mundo. Perder la tercera final consecutiva con Argentina fue un duro golpe, otra vez Chile, otra vez por penales, otra vez la bronca, otra vez el obelisco se quedó esperando.

Culpar a Messi es absurdo, Lionel juega con Argentina por elección, no cabía en su cabeza no hacerlo. Se fue del país muy chico, para hacerse un tratamiento muy doloroso que varios clubes nacionales se negaron a pagar. Barcelona vio más allá y se hizo cargo, es su lugar, fue el vehículo que le permitió cumplir su sueño. Ese sueño lo pudo tener jugando para España y haber hecho lo mismo que con el Barcelona, construir un equipo imbatible y multicampeón deslumbrando al mundo.

Pero Leo sólo soñaba una cosa, vestir la albiceleste y devolverle a su país ese amor que había recibido. Ha roto todos los récords posibles, es el mejor de la historia del Barcelona, es el máximo goleador de la selección Argentina y un jugador que seguramente arrancará lagrimas el día que deje de patear la pelota.

Problemas de evasión en su entorno lo hicieron encarar un juicio en España, pero su condena está firmada en su país. Algunos lo resisten, solamente el fútbol en su locura podría permitir cuestionar al mejor del mundo. ¿Qué necesidad de hacer comparaciones? ¿Qué necesidad de saber cual es mejor?. Porque no simplemente agradecerle y disfrutarlo. Agradecerle que cada vez que juega, todos quisieran tenerlo en su equipo y en su selección. Disfrutarlo cada vez que entra a una cancha y deja una jugada memorable, un gol inolvidable.

Gracias Messi por generar todo lo que generas, porque has construido una historia que contaremos muchos años, una historia que empezará con “Yo vi a Messi jugar, ese día…”. Ojalá falten muchos partidos más, muchos goles más, muchos recuerdos más, porque hay que ser muy grande para ser condenado como único responsable de un juego de equipo donde juegan 10 más.

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